Rescato esta frase de Simone Weil y su marxismo místico en estos días de vacaciones donde más encima leo El Color Prohibido de Yukio Mishima, una novela donde la belleza ocupa un lugar extremadamente provocador.
Shunsuké, un viejo culeado, reflexiona sobre «lo fea que es la felicidad» indicando con sutileza esa tendencia a derretirnos por lo incorrecto y de cómo lo incorrecto nos parece bello. Así volvemos a la idea de Weil de la belleza para sobrevivir a la monotonía.
¿No es acaso bella esta escena?
El estudiante se desabrochó los botones de la pechera y siguió fumando, tendido en el futón y apoyado en un codo. Cuando el ruido de las pisadas se hubo desvanecido, se irguió como un joven perro de caza. Era un poco más bajo que Yuichi. Éste había permanecido en pie, indeciso, y su acompañante le rodeó el cuello con una mano para besarle. Se besaron durante cinco o seis minutos. Yuichi deslizó la mano bajo la chaqueta de Suzuki. El corazón le latía con fuerza. Se separaron y, dándose la espalda, procedieron a desvestirse de una manera frenética.
Y con esta escena yo no ilustraría la felicidad. La felicidad es hablar y reír mientras que en Mishima «la verdadera belleza impone el silencio».