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Espacios sagrados

Abul Hisham es pintor, es de Kerala y es una de las personas más talentosas que he conocido en mi vida. Mediante su oficio es capaz de capturar instantes y luego exponer aquellos momentos mundanos en espacios sagrados. De esto se trató su última presentación en los Open Studios de la Rijksakademie donde convirtió su estudio en un lugar donde lo profano quedaba en pausa mediante la exhibición de sus pinturas y de hermosos trabajos en madera.

Yo ya llevo años enredada en los estudios religiosos, principalmente en la universidad, leyendo a Eliade, Kandinsky, Mistral, Tarkovsky y tantos otros, esto hace que mis espacios sagrados estén cargados de teoría y pensamiento, muy distinto al caso de Abul que simplemente despliega la sacralidad porque, bueno, es un genio y no necesita estar como yo gritando las cosas a los cuatro vientos.

Una tarde descubrimos que nuestros cumpleaños están exactamente en los extremos opuestos del calendario, él el 14 de octubre y yo el 14 de abril, Abul me dijo “Ah! That’s why we are attracted to each other!”, entonces pensé en todas las veces en que él se ha interesado por mis asuntos: por las cosas que leo, cuando dice que soy una intelectual, la vez que me trató de cyborg, cuando me ha dicho “ah cómo estai Danae, tú siempre ahí con tus libros”. En esos momentos me daba risa que aquella fuera la imagen que él tiene de mí. Este hombre, que es verdaderamente un genio, me quiere y me cristaliza como una mujer que lee y que piensa. Quizás si me pintara me retrataría con un libro bajo el brazo.

Todo esto me lleva a concluir que mi espacio sagrado es la escritura, también los libros y lo que saco de ellos. Por mucho tiempo pensé que yo era la filosofía y Abul la religión y que ambos espectros estaban en oposición. Una vez sentí mucho miedo tras recomendarle varios libros para leer y después rumbo a mi casa me imaginaba que con el acceso a la perdición de la teoría su genialidad se deshacería para siempre y se pondría a hacer ese arte pésimo con agenda y explicaciones hueonas que invade todo el circuito estos días. En esa ocasión corrí a buscarlo al día siguiente para suplicarle que no leyera nada pero él me supo tranquilizar, entendió mi preocupación pero me aseguró que no se corrompería con las lecturas y que su arte estaba protegido. Le creí absolutamente todo porque vi en él la comprensión total que tiene de la trascendencia y de cómo la hace aparecer en su trabajo. Ahora entiendo que si bien estamos en oposición, religión somos los dos, somos pura transparencia el uno con el otro. Yo soy el pensamiento apasionado y él es el hechicero que me hace ver las cosas con simpleza y claridad. Él es el camino a la síntesis que no dejo de buscar.

Hoy día me morí y nadie se dio cuenta

Rosita la Inocente fue al taller mecánico de pura casualidad
porque necesitaba recoger un encargo.
No esperaba sorprenderlo trabajando, él estaba debajo de un auto,
entre fierros, aceite negro y agujeros.
Cuando se dio cuenta de la presencia de Rosita
se deslizó raudo, se sacó los guantes y se levantó para saludarla con una sonrisa.
Tenía su overol en la cintura
entonces Rosita
podía ver todo su torso flaco y muscular
sin una gota de grasa.
Con suavidad él inclinaba su cabeza para conversarle
y ella miraba sus clavículas marcadas.

Debería darme tranquilidad estar frente a un hombre hermoso y amable. Pero lo que verdaderamente me pasa es un vértigo con el que me muero de miedo porque de forma automática me convierto en el diablo. Aparecen las ganas de hacerle daño, porque puedo y sobre todo porque quiero.
Y mientras tanto él me pregunta tan tierno y alegre: “Rosita, ¿en qué te puedo ayudar?”
Sé que pronto estaré tocando su cuerpo y envenenaré su espíritu entusiasta. Pero me muero y nadie se da cuenta, nadie me va a echar la culpa, nadie sabe que el demonio soy yo.

Pedagogía en la Academia de Arte en el Año 2023

Es increíble cómo no tengo nada que ver con esta gente. Pienso exactamente lo contrario a mis colegas que encuentran malo el arte bonito y bueno lo horrible. Me dicen que está mal un hombre que retrata el mar, me dicen que su trabajo no tiene contenido social y se ríen de él como viejas brujas deformando sus caras en cada mueca de desprecio. Odio que piensen que yo podría ser una de ellas.

Mejor me voy al océano a través tuyo, joven artista. Un mechón de tu repudiado pelo rubio tiene más talento que todas las personas que hacen clases en esta espantosa institución.

Las nubes, la inmensidad, la mente tranquila.

Ahora ellas ya no importan. Es momento de descansar en el agua azul.

Summer books for Katarina

Deciding what to read at what moment is an art on its own, these are five books that I love and I think they match beautifully with sunny joyful vibes:

  • Giovanni’s Room – James Baldwin

I’m reading it right now, the talent of Baldwin is superb, words flow terribly smooth. Furthermore is about this intense love story so it’s a good reference for our romance talks in the train.

  • Goddesses in Every Woman – Jean Shinoda

Shinoda is a Jungian psychiatrist and made this book identifying archetypes from the goddesses of Greek mythology. The research around it is of good quality and with Javi we’ve had so much fun talking about the different profiles, you’re totally an Artemisa, Sem is an Ares, Javi is Dionysos and I’m Aphrodite. If you like the book then you can continue with Gods in Every Man.

  • When we Cease to Understand the World – Benjamin Labatut

The only contemporary Chilean writer that is worthy of reading these days.

  • A Manual for Cleaning Women – Lucia Berlín

Amazing short stories, Berlin is a Chilean writer who spent most of her life in the US, was discovered by the mainstream quite late.

  • Astropoets – Alex Dimitrov and Dorothea Lasky

Well, you will need some zodiac stuff during summer. Dimitrov and Lasky made excellent astrological profiles and wrote poems for every sign and they are super cute.

Una izquierda en la que no se puede confiar

Llevo años suscrita a la New Left Review, si bien sus contenidos toda la vida han sido bastante fomes (la izquierda nunca ha sido divertida), me pareció importante apoyarlos como proyecto comunicacional y político.

Ahí estaba yo recibiendo mis revistitas periódicamente, leyendo juiciosa para aprender cosas nuevas y para estar actualizada de la política global. Hace un par de años por ejemplo leí un artículo excelente sobre el Sahel escrito por Rahmane Idrissa, tampoco me molestaba leer los frecuentes ensayos de David Harvey sobre capital y superávit. Sin embargo las cosas cambiaron cuando en un artículo sobre el proceso constituyente chileno, una tal Camila Vergara responde esto en una entrevista:

La desconexión con la realidad era descarada, pusieron como experta a una persona que no podía estar más perdida, que jamás anticipó la derrota electoral estrepitosa del proyecto constitucional diseñado por la izquierda chilena. Desde entonces he perdido toda la confianza y cada vez que me llega un nuevo número de la New Left Review no puedo evitar pensar que todos sus colaboradores y entrevistados pertenecen al típico perfil de izquierdista cuico con posgrados que en realidad no tiene idea de nada. Que los reportes que producen respecto a sus países son tan incorrectos como los de la chilena que juraba que sabía lo que votaría el pueblo, que aprobar era un “no-brainer”.

No me queda otra que cancelar mi suscripción. Lo peor de todo es que es tan lindo recibir una revista física periódicamente, seguir la continuidad de ciertas temáticas, ver todos los números ordenaditos en el librero, no tener que lidiar con el asqueroso internet. Pero supongo que parte central del contrato con un medio de comunicación es la confianza en que el medio está haciendo un trabajo riguroso y honesto, si aquello no se puede garantizar se vuelve inevitable sentir que te están tratando como un tonto. En este caso que estás de espectador cautivo de un circuito político elitista embriagado de mediocridad y vanidad.

Izquierdistas, ustedes son la verdadera desinformación.

SPM Posesión

Como dijeron los Mocedades: no estoy hablando yo.
Primero aparece una sospecha, luego una certeza pero la certeza no arregla las cosas. Y hay culpabilidad por sentirse alharaca y por no hacer suficiente ejercicio que es algo que podría aliviar un poco el problema.
Esto es ser mujer. Cuando no estoy en los momentos de posesión lo agradezco y, fascinada, dicto una clase bella y pretenciosa sobre los entendimientos femeninos de la mente y el cuerpo .
Pongo el fútbol, magia redentora, pero se acaba el partido y veo úteros sangrantes en el Test de Rorschach, es el momento en el que sé que esto nunca lo superaré.
Llegan las otras penas de visita y se quedan por más tiempo que el que me gustaría, como esos amigos solos que nunca se van de la casa después de un carrete y hay que poner una escoba en la puerta cuando finalmente se marchan.
Quizás debería probar con la hospitalidad, con tener un corazón abierto porque esta inmigración descontrolada no se va a detener. Emociones venezolanas déjenme en paz, o por último tratemos de ser amigas. Mi tregua son estas palabritas. Es lo único que me sale a esta hora de la noche. Mi blogcito es la ofrenda. Tengan piedad.

Tomarse la religión en serio

On the one hand, I am opposed to Richard Dawkins and Co – even those who are not so aggressive, they simply don’t get how religion works, they simply miss their target. On the other hand, I agree that when leftists accept religion, they often do it in this implicitly manipulative, even racist, way: ‘We know there is no God but in places that are a little bit more primitive you need something like religion to mobilise people. It gives people hope,’ whatever. No! I want to take things much more seriously.”

-Slavoj Žižek

Un país que no valora el trabajo duro

Sebastián Piñera y Gabriel Boric se parecen más de lo que creen. Leía el otro día una entrevista a Cristóbal Briceño concedida durante la era Piñera donde comentaba cómo los chilenos premiaban al empresario especulador haciéndolo presidente, valorando aquellas habilidades como el buen ojo para los negocios, el sentido de oportunidad, todas esas mitologías capitalistas que hacen parecer alcanzable el sueño de ser millonario a punta solamente de pillerías. Esta fantasía no es literalmente extrapolable a los contextos de izquierda actual donde el deseo de dinero no se admite públicamente, donde el tipo de capital más valorado es de un orden moral e intelectual. Pero si bien el patrimonio de Piñera no se compara con la pequeña fortuna de Boric obtenida en sus años como diputado además de la dieta vitalicia que se consiguió, sí me parece que hay un factor en común entre ambas figuras.

El actual presidente de Chile de vez en cuando es atacado en redes sociales por no tener título universitario, críticos sostienen que aquello es una de las muchas expresiones de la segregada sociedad chilena en la que una persona de clase alta apenas encuentra obstáculos en su trayectoria profesional, en este caso obtener el trabajo más importante del país teniendo apenas un diploma de estudios secundarios. Cuando estas críticas son levantadas, los seguidores de Boric defienden sus años de trabajo en la política universitaria como si eso fuera comparable a la experiencia laboral o académica, justificando así la indiferencia y postergación hacia los estudios durante los años en que estuvo matriculado en la facultad de derecho. Este blindaje que excusa las nulas credenciales intelectuales y laborales de Gabriel Boric me resulta equivalente a la fantasía que habitan los admiradores de Sebastián Piñera, es el mismo deseo y aspiración de conseguir el anhelado prestigio social a cambio de muy poco pero esta vez en territorio progresista. La seguidilla de nombramientos de gente escasamente capacitada en posiciones importantes del gobierno y ganando sueldazos sólo contribuye a alimentar este sueño en el que sin necesidad de cumplir con estándares formales es posible ser merecedor de riqueza y reconocimiento.

Como siempre, estos fenómenos de la política chilena tienen su correspondencia en Estados Unidos, modelo moral del país desde los años de la dictadura. Es el caso de la cultura que celebra a los millonarios y su supuesta forma tan especial de pensar que si las personas la incorporaran a sus vidas podrían lograr los mismos éxitos económicos, complementario a estos discursos existen millones de estadounidenses que gustan de defender las cuestionables trayectorias de personas como Elon Musk, Jeff Bezos y otros oligarcas. También es en Estados Unidos donde emergen cientos de figuras progresistas de densidad intelectual mediocre que han desarrollado sus carreras en redes sociales y no en el estudio riguroso como se podría esperar del sector político que declara la educación como una prioridad. Este desprecio al trabajo duro incluso escapa de la división izquierda-derecha y aparece en manifestaciones de corte libertario antisistémico como en el caso de las criptomonedas y la comunidad de personas que ven como algo deseable la posibilidad de que sus inversiones digitales se multipliquen sin haber hecho nada de valor.

Y pienso en la crítica de Simone de Beauvoir sobre la miopía y el cortoplacismo de los valores neoliberales, porque difícilmente un país será viable si es que todos están inventando que la flojera personal es en realidad valiosa y un ejemplo a imitar. Aquellos con interés en las políticas públicas seguramente podrán hacer múltiples proyecciones poco auspiciosas respecto al problema de una sociedad de buenos para nada. Sin embargo, mi fascinación personal es con estos engaños colectivos, con esa cobardía en la que nadie se atreve a declarar su deseo de plata y reconocimiento a cambio de nada. Ni siquiera se atreven a decir que flojear es bacán.

Dust in the Sunlight

There’s the great care Roger Federer takes to hang the sport coat over his spare curtsied chair’s back, just so, to keep it from wrinkling–he’s done this before each match here, and something about it seems childlike and very sweet.

-David Foster Wallace en Federer, Both Flesh and Not

La primera vez que vi a mi amigo Florian fue por accidente, había viajado a Den Bosch para visitar a mi amigo Cristóbal y cuando subía a dejar mis cosas entré a la habitación equivocada. Florian estaba sin polera, frente a un espejo, flaco, encorvado y a punto de cortarse un mechón de pelo con una tijera. El sol entraba por la ventana y un resplandor rodeaba su figura permitiéndome ver con nitidez el polvo suspendido en el aire, la forma de sus huesos austríacos y cada uno de sus suaves cabellos.

Toda la escena demostraba una paradójica mezcla entre torpeza y delicada motricidad. Luego entendería que esa combinación es muy propia de mi amigo, se nota cuando plancha y dobla su ropa, cuando enchufa un proyector, cuando toma una foto agarrando el celular como si fuera un niño pero componiendo una imagen hermosa.

Con la cabeza hacia el suelo pero mirándolo de reojo le pedí disculpas y le explicaba que yo era la amiga de Cristóbal que se iba a quedar unos días con ellos. No sé cómo pude hablar en ese momento porque hasta hoy pienso que aquella ha sido una de las apariciones más impresionantes que he experimentado en mi vida. Fui testigo de la cúspide de la juventud, de la transubstanciación del arte, de lo más milagroso que tiene este mundo, y se trató solamente de interrumpir al ahueonao del Florian mientras se cortaba el pelo.

El Instinto de la Clase Popular

La noción de “instinto” goza de un rechazo transversal. Sectores conservadores caracterizan el concepto como poco científico mientras grupos progresistas desestiman la idea aludiendo a que las narrativas del instinto refuerzan lógicas que ellos consideran opresivas (el instinto maternal, el instinto de supervivencia).

La existencia de un instinto no se puede evidenciar con claridad pero es una idea que sobrevive en el intercambio popular: con nuestras amigas apelamos al instinto cuando de forma inexplicable un hombre nos genera una sensación incómoda, cuando vemos a los atletas de excelencia ocupar sus cuerpos para conseguir las proezas más imposibles también hablamos de instinto. En estos y otros casos, poseer instinto es una experiencia individual que nos permite detectar lo que en primera instancia es invisible.

En las últimas semanas, dos sucesos políticos me hicieron pensar en la posibilidad de un instinto colectivo. Uno es la contundente derrota del progresismo chileno en el referéndum para cambiar la constitución y otro es la muerte de la reina Isabel II. En el primer caso, la facción perdedora se dedicó a despreciar la voluntad popular atribuyéndoles ignorancia. En el segundo caso también abundó el ninguneo intelectual hacia las masas simpatizantes de la monarquía.

Lo incuestionable: la votación más alta de la historia de Chile rechazando los valores de la izquierda progresista, el pesar nacional y las multitudes congregándose para llorar a la reina. En ambos casos fueron los sectores populares los que indudablemente protagonizaron estas dos situaciones. Considero que la excusa de la ignorancia de las masas no es apropiada para expresiones masivas de esta magnitud, porque si bien el declive educacional es un hecho en países neoliberales como Chile y el Reino Unido, no me parece que el rechazo de sus clases trabajadoras hacia los valores progresistas y a sus élites sean explicables por ignorancia. No sólo hay una evidente contradicción entre el supuesto interés por las clases populares y el desprecio al mismo pueblo cuando éste se expresa, sino que también me parece un comportamiento propio de gente de clase media y alta que no tiene conocimiento de las personas pobres más allá de quienes los sirven a diario.

Mi teoría es que en los casos de Chile y el Reino Unido se manifiesta un instinto de supervivencia, una intuición que indica que quizás la “democracia” que nos están vendiendo no nos conviene, una voz que dice que en tiempos de tecnocracia quizás es importante tener mitologías nacionales. A fin de cuentas, un instinto colectivo que entiende el mundo y toma decisiones dentro de lógicas distintas a las que se aprenden en la universidad y en sus activismos de redes sociales. Quizás son mis propios orígenes en la clase trabajadora los que ahora difícilmente me permiten participar de esa displicencia hacia un chileno que canta emocionado el himno nacional o hacia una señora que tiene un plato con la cara de Lady Di en el living de su casa.

El instinto popular existe y ordena la moralidad y sacralidad de un territorio. Siento profunda vergüenza ajena por quienes no lo pueden entender.

Cómo conocer gente pobre

En los últimos años ha emergido una renovada necesidad entre circuitos de izquierda de demostrar conocimiento legítimo y creíble acerca de la clase popular. Esto es motivado principalmente por entornos en los que estos profesionales compiten por jugosos cargos en gobiernos y fundaciones, además de una tendencia global centrada en las identidades y que valora las experiencias de primera mano como factor de validez.

Las siguientes propuestas te permitirán embarcar en acciones concretas para involucrarte en los entornos de la gente pobre. Con cada una de estas estrategias tendrás la oportunidad de acceder a recursos como: lenguaje de gente pobre, preocupaciones de gente pobre, formas de vestir, pronunciación y otros:

  • Invitar al repartidor de Uber Eats a tomar algo

Estrategia sencilla para la cual no necesitas moverte de tu casa siquiera. La informalidad de su vínculo laboral le otorgará a la persona pobre la flexibilidad horaria para aceptar comida y bebida gratis ofrecidas por un desconocido.

  • Conseguir un trabajo que implique actividad física

Construcción, limpieza, labores de mantenimiento, son algunas de las áreas en las que personas pobres suelen trabajar. Trabajos centrados en enviar correos electrónicos no sirven.

  • Viajar a un país del tercer mundo con altos índices de secuestros y ser capturado

Una desventaja de esta táctica es que accedes sólo a la dimensión criminal de la pobreza pero es altamente probable que esta experiencia te dote de una alta credibilidad popular que, después de ser liberado, podrás maximizar demostrando empatía con tus secuestradores y sus motivaciones.

  • Iniciar un emprendimiento como prestamista

Un elemento central en la vida de las personas pobres es que necesitan dinero de forma urgente. Un potencial negocio de préstamos es posible rebrandearlo como micro crédito o cooperativa financiera, de esta forma mantendrías un sello social en esta práctica.

 

*No es recomendable*

  • Entrar a círculos activistas

En estos espacios sólo encontrarás gente de clase media y clase alta en tu misma misión y nadie realmente pobre.

  • Acudir a tu compañero pobre de universidad

Esta persona es una excepción dentro de su demografía y probablemente quiere dejar de ser pobre, por lo que no accederás a la experiencia que anhelas. Lo mismo ocurre si es que tienes un colega de origen pobre.

  • Compartir contenido relacionado a la pobreza demasiado explícito en redes sociales

Una vez que logres tu cometido de haberte relacionado con gente pobre debes ser sutil al momento de exhibir tus nuevos conocimientos en público. No quieres ser como la gente que viaja a sacarse fotos con los africanos.

  • Unirse a los mormones o a los evangélicos

Estrategia segura para conocer pobres pero difícil de compatibilizar con idearios progresistas anti religiosos. Sería como unirse a la policía.

 

Ser de izquierda en el siglo XXI, un estilo de vida.

Descansa en paz, Zalo

Las emociones desbordadas del hombre, el animal tranquilo que según Nietzsche nos inspira tanta envidia. La búsqueda incansable del amor.

Una nueva oportunidad para las teorías de mala calidad

En medio de la investigación para el proyecto Vigilancia en el Antropoceno me encontré con esta cita de Benjamin Bratton que es parte su libro The Terraforming (traducción mía):

“Un colega presentó una diapositiva con dos imágenes adyacentes para demostrar una equivalencia de cómo el capitalismo tecnocientífico disciplina a los cuerpos usando técnicas de vigilancia: una tarjeta RFID para acumular puntos en el supermercado al lado de un diagrama de cuerpos dispuestos en un barco transatlántico de esclavos. Ese tipo de analogías simplificadas proponen inferencias basadas en similitudes visuales superficiales, correlaciones débiles, argumentación circular, y un lamentable pensamiento ahistórico. Este ejemplo es extremo, pero la sobreinflación del concepto de “vigilancia” (y en consecuencia la sobreinflación de los supuestos remedios explorados por el arte y el diseño) es demasiado invasiva y políticamente derrotista”.

Inmediatamente pensé que, como investigadora de tecnología, podría tener una pequeña fortuna si me dieran un euro por cada vez que he tenido que ver la imagen del planisferio terrestre donde superponen la red global de cables de internet con las rutas de los barcos de los imperios colonizadores. Es especialmente absurdo el tono con el que esta “evidencia” es presentada, como si solamente la similitud visual fuera un signo inequívoco de la conectividad digital como aparato colonizador.

No es mi intención detenerme en las falencias de estas equivalencias pobres, como su mediocridad investigativa o la conveniencia económica de plantear la existencia de un planeta fallido a nivel estructural que al parecer sólo se puede arreglar con las asesorías de esta gente. Esta vez me interesa relacionar aquello con un tópico que llevo años explorando en mi práctica artística mediante el proyecto Digital Witchcraft: la tendencia que tenemos los seres humanos a ver sólo lo que queremos ver. He citado hasta el cansancio a Raúl Ruiz quien en sus textos teóricos habla de cómo en la sala de cine “cada uno ve su propia película”, afirmación que apela a una subjetividad inevitable que nos hace asociar lo que observamos con elementos de nuestra propia historia, personalidad, intereses y otros. Este tema lo he analizado ampliamente en los diversos oráculos digitales que he diseñado, donde uso la idea de adivinación como un portal no hacia mis opiniones personales sino que hacia el inconsciente del espectador.

El psicoanálisis también resulta congruente con estas ideas, específicamente sus técnicas proyectivas como el test de Rorschach en el cual el paciente debe identificar formas en láminas que contienen manchas de tinta. Muchos misticismos también utilizan esta lógica como es el caso del horóscopo y el tarot, modelos narrativos lo suficientemente universales como para entretenerse por horas sacando conclusiones relacionadas con nuestra vida personal. Tampoco es una idea muy distinta a escuchar canciones en la radio y conectarlas con la pena de amor del momento. O aquel viaje en auto por la carretera que realizaba el detective Frank Drebin en Naked Gun en el cual todos los elementos del paisaje le recordaban a su amada.

Everywhere I go, something reminds me of her

Adoptar esta mirada permitiría que las correlaciones de mala calidad que describe Bratton y que sufrimos a diario en entornos académicos y adyacentes, tengan una segunda vida como ejercicios psicoanalíticos de metodologías proyectivas, no necesariamente para analizar a estos profesionales del trauma que ven colonialismo/patriarcado/vigilancia en todos lados (sería realmente una pésima idea ya que por lo general se trata de personajes de una clase media profundamente aburrida y acomplejada), sino para reflexionar sobre los múltiples factores que nos arrastran hacia determinadas posiciones teóricas. Personalmente me ha ayudado bastante examinar las trayectorias de mis opiniones y resentimientos, evaluar cuándo estoy proponiendo algo con seriedad y no con el fin de superar alguna circunstancia autobiográfica o de conseguir el beneplácito de una institución. Es más, considero que esta práctica me ha llevado a territorios del pensamiento  que son novedosos y rigurosos, que no están centrados en mí misma sino en un honesto amor por el conocimiento. Finalmente, esta perspectiva nos ayudaría a rescatar el comparatismo bien hecho, que según mi experiencia en los estudios literarios comparados, debe partir rechazando las ideas totalizantes, pues semejantes afirmaciones requerirían investigación a la altura y no meras tincadas que caben en un estado de redes sociales.

No puedo creer que Lucho Jara se haya ido de Chile

Realmente me tomó por sorpresa la noticia, me lo contaron muy a la pasada, sin ningún sentido de importancia y con un dejo de humor. El cantante chileno Luis Jara había tomado la decisión de irse del país y radicarse en Miami, vendió su casa, llevó a toda su familia con él, se compró un departamento en Key Biscayne y declaraba en la prensa que no tenía intenciones de volver.

No estoy muy orgullosa de esto, pero siempre me consideré parte de la diáspora de chilenos que se fueron del país motivados por un resentimiento y una fuerte oposición hacia el modelo neoliberal y su cultura de bajo nivel. Una posición muy extendida no sólo entre estos grupos migrantes sino también entre élites de izquierda que continuan en Chile y que de forma habitual gustan de comentar lo bien que se vive en Europa, la ordinariez de los mall y el asco hacia la falta de educación del sujeto popular.

Luis Jara, por su parte, parecía un hijo sano del Chile post dictadura: éxito profesional como conductor de televisión y como cantante, cariño de la gente (demostrado en una excelente presentación en el Festival de Viña 2016), vida familiar establecida en una casa en Chicureo donde llevaba viviendo veinte años y sobre todo una naturaleza inequívocamente chilena plasmada en su personalidad y en la estética del arte que produce. Su partida entonces no resulta coherente con la idea de un Chile, si bien desigual, óptimo y agradable para quienes habían alcanzado una posición de privilegio.

Este caso me llevó a profundizar en la fascinante comunidad de celebridades chilenas que se fueron a vivir a Miami, revisé los procesos del actor Felipe Viel, del cantante Douglas y de mi ídolo del fútbol Iván Zamorano. Ellos y sus familias forman parte de un éxodo que partió hace más de cinco años y hoy todos viven en casas bastante parecidas a las de Chicureo y se distraen con panoramas no muy distintos a los que tenían acceso en Chile: ir a comprar al mall, organizar asados y de vez en cuando hacer una actividad propia de la clase acomodada como jugar al golf o andar en lancha.

Me puse a pensar qué cosas tienen en común los chilenos de Miami y llegué a unas conclusiones: a Luis Jara lo han acosado toda la vida por feo, porque se operó la nariz, porque habla inglés mal; Felipe Viel es un descendiente de aristócratas cuya vocación artístico-televisiva no debió caer bien en su entorno familiar; Iván Zamorano a pesar de ser un futbolista excelente y un orgullo del deporte nacional soportó años de roteo además de múltiples burlas por su forma de hablar; Douglas también era motivo de sorna por cantar música cebolla y por supuesto por el pecado mortal de llamarse Douglas Rebolledo.

Los famosos chilenos en Miami podrían ser la prueba de que el autoexilio de tantos chilenos no responde solamente a asuntos de índole material como quienes se van a estudiar a Argentina porque es gratis, quienes trabajan en California porque pagan mejor, quienes se radican en París para acumular capital cultural. Mi impresión es que desde Miami ellos hacen visible una motivación aún más transversal que ha experimentado la mayoría de esta triste diáspora global, esa motivación es el entorno insoportable compuesto de burlas, opiniones no solicitadas e incluso el sabotaje hacia quienes no quieren ajustarse al orden cultural de una comunidad determinada. En mi opinión esta es una característica tan primordial de la identidad chilena, aquel fenómeno en el que tu propio entorno se articula automáticamente para controlar cualquier divergencia, no fue la clase alta la que más festinó con Zamorano o con el mal inglés de Jara, sino personas de los mismos entornos populares de donde ellos provienen. Un caso similar puede ser el del sociólogo Alberto Mayol, constantemente criticado por sus propios pares y por los mismos circuitos de izquierda que él frecuentaba por razones absurdas como salir mucho en televisión y por escribir con demasiada celeridad sus libros sobre la contingencia política, todo esto termina con Mayol emigrando a España dejando atrás codiciadas posiciones académicas y una sólida presencia en medios de comunicación.

Este modelo relacional tiende a perpetuar sistemas estancados y mediocres. Es un modelo incompatible con el dinamismo que un país necesita para progresar. Miami es un lugar horrible, hay que ir en auto a todas partes, es sumamente segregado, todo se centra en el consumo, está lleno de gente ignorante y cualquier día te pueden matar en un tiroteo, a pesar de esto, en comparación con Chile, Miami emerge como un refugio amigable y apto para un desarrollo personal más pleno y una vida familiar bastante más sana comparado con lo que se puede aspirar en la copia feliz del Edén.

Hoy es común ver en los diarios de circulación nacional cómo los profesionales exitosos son tentados con la opción de vivir una vida mejor en Estados Unidos y formar parte de estas comunidades del mundo del entretenimiento y los negocios. En los sectores más intelectualizados que tienen una larga tradición de fantasear con Europa y con la posibilidad de disfrutar los frutos de su socialdemocracia, el interés ya no es sólo de veinteañeros queriendo pasar una temporada en alguna universidad para volver al año y creerse cosmopolita en algún sucucho de Ñuñoa, hoy abunda la gente dispuesta, tal como los chilenos de Miami, a experimentar el trauma de cortar de forma permanente los lazos familiares, sociales y profesionales para empezar todo de nuevo, muchas veces en condiciones menos prestigiosas que las que se detentaban en Chile, incluso he sabido de abogados especializados en buscarte alguna nacionalidad europea y de amigos utilizando ese servicio que hoy esperan ansiosos el anhelado pasaporte. En múltiples ocasiones se planteó que Chile era un buen lugar para quienes habían alcanzado una posición de privilegio, sin embargo hoy hay un éxodo masivo que demuestra todo lo contrario y en un país cada día más pobre y más odioso no se ve muy esperanzador el proceso de reemplazo de esta clase de profesionales que simplemente decidió mandarse a cambiar.

¿Por qué hay tantos artistas buenos que se acercan a ideas de derecha?

Siempre ha sido notorio el resentimiento de los sectores de derecha por tener muy pocos referentes culturales que adscriban a sus ideas. Por otro lado a la izquierda nunca le faltan nombres en el mundo del arte con quien aliarse para sus propósitos políticos.

Sin embargo, existen no pocos casos de artistas extremadamente talentosos que, por lo general cuando ya están viejos, comienzan a adoptar ideas propias de las facciones conservadoras.

En un principio es difícil entender casos como el de Yukio Mishima, uno de los mejores escritores del siglo XX, una persona con una evidente sensibilidad para registrar lo más profundo de la condición humana, y su decisión de dedicar los últimos años de su vida a formar un ejército paramilitar ultranacionalista y finalmente suicidarse en medio de un fallido golpe de estado.

O el caso de Morrissey, cantante que magistralmente interpretó ideas en clara conexión con la justicia social como el odio al trabajo y la brutalidad de la industria de la carne, y que en los últimos años ha manifestado su preferencia por ideas que son interpretadas como conservadoras.

En mi opinión, esta aparente disociación no es tal. Los artistas buenos son buenos por su visión anti conformista, una condición que en los más talentosos excede las lógicas partidarias. De esta forma se explican situaciones como la relativa simpatía de Jorge Luis Borges por los gobiernos autoritarios o la ferviente religiosidad católica de Gabriela Mistral.

Considero además que el complemento de todo esto es el carácter tradicionalista al interior de los organismos oficiales de izquierda, los cuales combinan una moral que privilegia la victimización con la presencia de individuos que, desde el trauma o la legítima convicción, vieron como un objetivo final la posibilidad de encontrar un lugar de trabajo y una red de relaciones útiles y estables. Por lo mismo, estos grupos de izquierda, condenan firmemente a quien cuestione sus ideas políticas, ideas que en cierto punto, se transformaron en dogmas tan infranqueables como los del partido más de derecha. Un ejemplo muy claro de esto es la crítica severa que recibió Raúl Ruiz por su película Diálogos de Exiliados en la que satirizó a la comunidad que vivía en Francia escapando de la dictadura de Pinochet, caracterizándolos como flojos, altaneros y totalmente desconectados de la realidad popular.

Finalmente, la contradicción obedece a que se trata de un problema de dos esferas pertenecientes a órdenes demasiado distintos: el arte y la política. En consecuencia, creo que este análisis permite distinguir a los artistas que se aproximan al arte como un trabajo racional en contraposición con aquellos que son artistas por razones casi espirituales, porque no lo pueden evitar. Los primeros encajan bien en la orgánica partidaria con sus obras “con significado social”, y los segundos difícilmente podrían comprometerse con una militancia política tradicional porque, en palabras de Andrei Tarkovsky, son sirvientes de aquella fuerza que los hace crear.

No es que Morrissey, Mishima o Knut Hamsun se hayan vuelto seguidores de las ideas de Milton Friedman, por supuesto que no. Por el momento simplemente siento mucha curiosidad por el proceso que los lleva a seguir esas ideas fachas, lo asocio un poco al momento en que las visiones progresistas del pasado se convierten en el establishment del presente. Evidentemente los mejores artistas nunca serán el establishment, mucho menos las víctimas de nadie, son personas poseídas por una fuerza pionera que realmente los deja en las posiciones más inesperadas del compás político.

Acercándome peligrosamente al autoritarismo :S