En medio de la investigación para el proyecto Vigilancia en el Antropoceno me encontré con esta cita de Benjamin Bratton que es parte su libro The Terraforming (traducción mía):
“Un colega presentó una diapositiva con dos imágenes adyacentes para demostrar una equivalencia de cómo el capitalismo tecnocientífico disciplina a los cuerpos usando técnicas de vigilancia: una tarjeta RFID para acumular puntos en el supermercado al lado de un diagrama de cuerpos dispuestos en un barco transatlántico de esclavos. Ese tipo de analogías simplificadas proponen inferencias basadas en similitudes visuales superficiales, correlaciones débiles, argumentación circular, y un lamentable pensamiento ahistórico. Este ejemplo es extremo, pero la sobreinflación del concepto de “vigilancia” (y en consecuencia la sobreinflación de los supuestos remedios explorados por el arte y el diseño) es demasiado invasiva y políticamente derrotista”.
Inmediatamente pensé que, como investigadora de tecnología, podría tener una pequeña fortuna si me dieran un euro por cada vez que he tenido que ver la imagen del planisferio terrestre donde superponen la red global de cables de internet con las rutas de los barcos de los imperios colonizadores. Es especialmente absurdo el tono con el que esta “evidencia” es presentada, como si solamente la similitud visual fuera un signo inequívoco de la conectividad digital como aparato colonizador.
No es mi intención detenerme en las falencias de estas equivalencias pobres, como su mediocridad investigativa o la conveniencia económica de plantear la existencia de un planeta fallido a nivel estructural que al parecer sólo se puede arreglar con las asesorías de esta gente. Esta vez me interesa relacionar aquello con un tópico que llevo años explorando en mi práctica artística mediante el proyecto Digital Witchcraft: la tendencia que tenemos los seres humanos a ver sólo lo que queremos ver. He citado hasta el cansancio a Raúl Ruiz quien en sus textos teóricos habla de cómo en la sala de cine “cada uno ve su propia película”, afirmación que apela a una subjetividad inevitable que nos hace asociar lo que observamos con elementos de nuestra propia historia, personalidad, intereses y otros. Este tema lo he analizado ampliamente en los diversos oráculos digitales que he diseñado, donde uso la idea de adivinación como un portal no hacia mis opiniones personales sino que hacia el inconsciente del espectador.
El psicoanálisis también resulta congruente con estas ideas, específicamente sus técnicas proyectivas como el test de Rorschach en el cual el paciente debe identificar formas en láminas que contienen manchas de tinta. Muchos misticismos también utilizan esta lógica como es el caso del horóscopo y el tarot, modelos narrativos lo suficientemente universales como para entretenerse por horas sacando conclusiones relacionadas con nuestra vida personal. Tampoco es una idea muy distinta a escuchar canciones en la radio y conectarlas con la pena de amor del momento. O aquel viaje en auto por la carretera que realizaba el detective Frank Drebin en Naked Gun en el cual todos los elementos del paisaje le recordaban a su amada.
Adoptar esta mirada permitiría que las correlaciones de mala calidad que describe Bratton y que sufrimos a diario en entornos académicos y adyacentes, tengan una segunda vida como ejercicios psicoanalíticos de metodologías proyectivas, no necesariamente para analizar a estos profesionales del trauma que ven colonialismo/patriarcado/vigilancia en todos lados (sería realmente una pésima idea ya que por lo general se trata de personajes de una clase media profundamente aburrida y acomplejada), sino para reflexionar sobre los múltiples factores que nos arrastran hacia determinadas posiciones teóricas. Personalmente me ha ayudado bastante examinar las trayectorias de mis opiniones y resentimientos, evaluar cuándo estoy proponiendo algo con seriedad y no con el fin de superar alguna circunstancia autobiográfica o de conseguir el beneplácito de una institución. Es más, considero que esta práctica me ha llevado a territorios del pensamiento que son novedosos y rigurosos, que no están centrados en mí misma sino en un honesto amor por el conocimiento. Finalmente, esta perspectiva nos ayudaría a rescatar el comparatismo bien hecho, que según mi experiencia en los estudios literarios comparados, debe partir rechazando las ideas totalizantes, pues semejantes afirmaciones requerirían investigación a la altura y no meras tincadas que caben en un estado de redes sociales.