Un muy querido amigo, de quien respeto mucho su opinión respecto a la música, me comentaba el otro día lo decepcionado que se ponía cuando en canciones de Ases Falsos que iban de lo más bien aparecía una mención fea contra la tele o los empresarios. Su argumento era relacionado con la fonética de las palabras y de cómo se hace incómodo que en medio de una canción se diga «la tele».
Eso mismo pensaba yo (de hecho a veces todavía lo pienso) al escuchar el primer disco de Ases Falsos, Juventud Americana, al principio no me cabían bien en la cabeza las letras como «los animales nunca se equivocarán» o «le fui agarrando el gustito». Simplemente porque son frases súper feas que da cosita cuando uno las escucha sobre todo en una canción.
Pero no sé lo que pasó entre medio y ahora me encanta Ases Falsos. Hoy entiendo que ese estilo de escritura es una decisión híper deliberada y que claramente es en gran parte lo que los ha hecho destacar y evitar que se conviertan en un nombre más del cementerio de las bandas de rock chileno que dan sueño.
Pensar en estas letras como transparentes y miméticas con la realidad permite que reflexionemos sobre el rol de la subjetividad en el arte e incluso hacer un vínculo con las últimas neovanguardias.
En una primera instancia podríamos pensar que Cristóbal Briceño, el compositor detrás de Ases Falsos, escoge su estilo de escritura para lograr un impacto y llamar la atención en medio de las cosas bonitas que uno podría esperar en la música popular.
O podemos adoptar una mirada en la que el proceso de escritura es menos intrincado y la técnica de Briceño es tratar de mantener una mímesis con el devenir de la vida neoliberal en este caso. Por ejemplo cuando en Búscate un Lugar para Ensayar dice «pongo el caso de una marcha» nos enfrentamos a una frase que podría decir cualquier amigo en algún carrete en casa mientras se discute el tema de la protesta social. No hubo sutilezas, no hubo figuras literarias para enmascarar esa proposición. No hay respuestas para la búsqueda de un sentido porque el sentido estuvo y está en cada oportunidad en que alguien medio entonado en una reunión social te dice «mira, pongo el caso de una marcha…».
Cuando esto ocurre, la obra de arte te interpela de una manera completamente diferente. Excede lo que damos por entendido que tiene que ser una canción. Y en un sentido profundamente benjaminiano y neovanguardista, ubica al artista y a su obra en una posición evidentemente política al desafiar la institución del arte subvirtiendo sus propias reglas, en este caso las de la estética fonética.
Considerando lo anterior, es posible que Ases Falsos sea un gusto adquirido, en el que los talibanes de la música como yo misma tenemos que desprendernos de prejuicios y participar de lleno en el acto literario-político al que las obras de Briceño invitan.