Hoy tuve un día perfecto. Me estoy quedando en Mission, San Francisco y lo amo. Estuve en un parque leyendo con un solcito delicioso, fui a tres librerías alucinantes y prácticamente no hay heterosexualidad a mi alrededor.
Pero lo que quiero contar es que hoy fui al teatro Castro, un lugar legendario de la cultura gay de San Francisco donde había un panorama que parecía que lo hubieran sacado de mis sueños. Era una proyección de La Sirenita versión «sing along». Todas las canciones de la película estaban con subtítulos para que el público cantara dándolo todo. A la entrada te regalaban una corona, una varita mágica y burbujas para usar durante la película.
He visto tantas veces La Sirenita pero nunca fue tan bacán como hoy. Lo pasé tan bien, me emocioné imaginándome como una Ariel que, al igual que las protagonistas de Clarice Lispector, no le basta con lo que tiene y quiere más.
Y claro que me pregunto por qué no hacemos estas ideas en Chile, en qué estamos topando ¿Estamos esperando que se le ocurra a una marca de cervezas? ¿Por qué nos cuesta tanto organizarnos entre desconocidos y ocupar nuestra ciudad para hacer las leseras que queramos?