Alcatraz es una de las atracciones más importantes de San Francisco, aparece en las guías turísticas casi tanto como el Golden Gate. Existen cruceros que van a la ex cárcel y hoteles se promocionan por tener vista a la isla.
Y fue en una tienda de regalos donde se me partió el corazón.
Vendían unos set de postales con las reglas de Alcatraz, reglas como la obligación de portar todo el tiempo el número de identificación de presidiario, indicaciones sobre el confinamiento en caso de indisciplina, y lo más terrible, la obligación de trabajar ocho horas al día sin posibilidad de ausentarse.
Otra cosa que vendían era un cuadernillo con las actividades diarias de los prisioneros de Alcatraz. Todos los días se levantaban a las siete de la mañana para ser inspeccionados y contados, luego seguía una rutina de hacer filas y moverse como ganado con la advertencia de que en cualquier momento un gendarme podía detenerlos en búsqueda de objetos de contrabando.
Y la gente se compraba esas cuestiones. Todos muertos de la risa.
Pensé en Jody, el personaje más encantador de la novela Falconer de John Cheever, pensé en su escape tan inteligente y erótico. En cómo el alma del humano no existe para ser contenida entre unos barrotes.
Cuánta falta hace una reflexión crítica sobre las prisiones a nivel masivo. Es como si desde el “todo preso es un preso político” pasáramos directo al querer encerrar a todos los criminales en una isla. Por esa falta de reflexión es que existe Guantánamo, es que en San Miguel se encerró a un tipo que vendía discos piratas que se terminó muriendo quemado. No hay noción de la profunda tortura que significa estar preso y en consecuencia la deshumanización se naturaliza.
Las prisiones serán unas de las grandes vergüenzas de nuestra época, tal como fueron la esclavitud y como serán comer animales y el sexismo. Especialmente considerando el contexto actual donde constituyen un negocio descarado en el que a los capitalistas les conviene aumentar la población penal para forrarse con subsidios y mano de obra gratuita, un negocio que más encima garantiza su sustentabilidad en el sistema político al ser un aparato que despoja a los pobres del derecho a voto.
Es el momento de ponerse del lado correcto de la historia ¡Todos por la abolición de las cárceles!